Cada lanzamiento de El Buen Hijo supone una pequeña declaración de amor al pop. También lo es a una manera de entender la música y, por qué no, la vida. Las modas, como los amores, vienen y van, pero ellos mantienen su propio compromiso con las canciones perfectas, la melancolía y la sensibilidad, pase lo que pase. Tras maravillar en 2021 con ¡PAN PAN PAN!, su primer disco (mención aparte para sus deliciosos EPs, como el más reciente Pasatiempo), ahora presentan Viene y va, segundo álbum en larga duración del quinteto y, sí, nueva declaración de amor al pop y a la vida.
“Viene y va recoge bastante bien el sentimiento general del elepé, que se mueve entre el optimismo y el pesimismo -explica el propio grupo al hilo del título-. Es la idea de algo que se mueve de manera constante y cíclica. Que se va para volver y luego irse de nuevo. Nos gusta la serenidad y esperanza que posee esa frase”, confiesan.
El trabajo multiplica los puntos cardinales que conocíamos de El Buen Hijo y añade nuevos matices a una propuesta que adquiere aquí una nueva cima creativa. Otra vez con la canción pop por bandera, bajando la velocidad cuando es menester y abriéndose a ritmos diferentes que no habían encontrado todavía como banda. Miniaturas melódicas que presentan a personajes en busca de su lugar en el mundo, mirando la realidad con los ojos muy abiertos y con las emociones siempre a flor de piel.
Los estudios La Mina (Sevilla) se convierte de nuevo en refugio de un disco que suena mejor que nunca. Raúl Pérez, capitán de la casa, repite a los mandos técnicos: “Teníamos la referencia de la primera vez que fuimos allí, que fue una gran experiencia. Solo teníamos cinco días para grabar el disco y seguramente lo más acertado era hacerlo con alguien que ya nos conocía y con quien sabíamos que trabajaríamos bien”, cuenta la banda.
El tema titular, que abre el elepé, se mueve con un tono agridulce que sirve como perfecta bienvenida al oyente. En un lago, primer adelanto que escuchamos de este trabajo, es de forma automática un nuevo clásico en su colección. Con la voz de Alicia en primer plano, se adhiere al cerebro con las emociones desatadas. Perfecto es un medio tiempo que abre nuevas dimensiones a su plan musical, tal y como ellos habían prometido.
Con seguridad es pop de siempre en el mejor sentido: un ejercicio de búsqueda metafísica en medio de lo cotidiano: “Viviendo este momento dulce y especial/El día se termina y sigo sin pensar que estoy perdiendo el tiempo/y que esto nunca cambiar”. Imposible dar más en el clavo. “Las canciones siguen un poco la senda de los anteriores trabajos. Seguimos hablando de relaciones, del paso del tiempo, de hacerse mayor y no tener ni puta idea de cómo funcionan las cosas o de ir entendiéndolas poco a poco”, confiesa El Buen Hijo. Directo a la yugular.
Son nueve canciones que pasan en un suspiro y que, según se terminan, te obligan a darle al play casi de forma obsesiva. Uno de esos álbumes que no va a salir de tu tocadiscos/dispositivo digital en mucho tiempo, concebido para trascender. La tremenda Y ahora qué es una de las razones de todo ello. Como si fuera un cóctel de lo mejor de la historia del pop español condensado en poco más de tres minutos. Contigo o con nadie presenta su lado más punk, aderezado con un estribillo perfecto. Me lapidaría introduce algunos de los mejores versos que han escrito El Buen Hijo, buena muestra de su facilidad para entroncar con los miedos, ansiedades y deseos de su generación: “Esperaré en el sofa/pensando cosas concretas/en hacer unas croquetas”. Para cerrar, la preciosa Lo que no me pase no me pasará. Melancolía en estado puro. Noches de San Juan, jerséis prestados y el paso del tiempo como juez de todas las cosas que vienen y van.