Recuerdo del tiempo en que fui crítica musical a tiempo completo que me resultaba más fácil explicar por qué un disco no me había gustado que el motivo por el que no me despegaba de otros. Y esto es lo que pasa: me está costando escribir sobre Suéter. Que hacen honor a su origen granadino lo dejaron claro con su primer EP, Prácticas en el circuito de Bahréin (Clifford, 2009), en el que Los Planetas, Niños Mutantes o Lori Meyers servían como casilla de salida. Si en esas cuatro canciones dejaban claro que merecían más que la consideración de discípulos bastan diez segundos de la inquietante ‘Flequillo verde’, la primera de las cuatro nuevas canciones que recogen en Cuerpos de paz (Clifford, 2010), para disipar las dudas: se las saben todas pero no lo habían enseñado todo. Asombra la versatilidad que hasta ahora han demostrado Suéter, que cogen únicamente lo necesario del power pop, el noise, el shoegaze si hace falta o lo que se les ocurra para regalarnos una de esas canciones que parece que han existido siempre pero estamos seguros de no haber escuchado antes. Lo más sencillo suele ser lo más difícil. Otra razón para confíar en ellos es que no han necesitado muchos cambios para ir adelante y más alto; salvo alguna variación en la formación se mantiene el equipo original, con Juano (Bombones) y el prodigioso Jordi Gil a las máquinas. Sin dejar de sumar estribillos ahora resulta que también salen airosos si les da por dejar las canciones en los huesos. Y lo que ya sabíamos: que no dejan que unos arreglos infalibles les estropeen una melodía intachable, que no hay cambio de ritmo que se les resista y que no hay más verdad que el pop cuando está bien hecho. ANA BERROCAL
