SWEETHEARTS FROM AMERICA
Aunque se le conoce más por su faceta cinematográfica –es, entre otras cosas, uno de los responsables de la delirante La Furia de McKenzie (09)-, Paco Campano siempre ha tenido vocación de agitador musical. Desde que le conozco, y le conozco hace más de diez años, ha mantenido bandas en las que se mezclaban una cierta reverencia por el rock independiente de los noventa, una pasión desatada por el do it yourself y la baja fidelidad, y una curiosidad entrañable por cualquier estilo que alguien le pusiera por delante. Todo ello aliñado, no podía ser de otra manera, con grandes dosis de irreverencia y humor. El último de sus proyectos, Sweethearts From America, tiene también su origen en una especie de chiste; la historia de un tal Frank L. Cowbell, “un malogrado crooner, atrapado en Sevilla, que se vio obligado a aceptar a los únicos músicos que se presentaron a las pruebas para su nueva banda”. Un tipo que “intenta contentar a todo el mundo; que incluso llega a escribir letras de izquierdas aunque sea radicalmente de derechas, seguidor de Ronald Reagan y de Charlton Heston. Que lo hace sólo porque alguien le ha comentado que eso es lo que les gusta a los adolescentes. Eso, y el surf”. Sin embargo, detrás del chascarrillo hay un puñado de músicos con suficiente historia y talento como para intuir que la cosa va en serio: Óscar Collado (Diastech, Salieri, Coppermine), Valentín García (Diastech, Tannhäuser, Tremolina) y Selu Baños (Miraflores) son, poca broma, los escuderos de Cowbell/Campano en la aventura. Una banda que afirma pisotear malamente la americana, pero que en realidad va mucho más allá. Que esconde entre sus grietas multitud de citas, géneros e influencias. ¿Y a qué suena, entonces, todo este galimatías? Bien. Imaginen a Roy Orbison pasado por el filtro de los Cramps más guarros; imaginen que Nick Cave cambiara a sus Bad Seeds por Pavement; imaginen que Guided By Voices intentara hacer versiones de Johnny Cash sin conseguirlo. Imaginen todo eso, añadan la presencia del crooner más improbable que se hayan echado nunca a la cara, y sumen unas letras que esconden muchos guiños a la serie B (cuando no funcionan como una bomba de ironía: títulos como “Sonic surf against fascism” o “The braille way” no engañan). Letras que, según Campano, suponen “un repaso cínico al concepto de América, esa América poetizada que funciona como una representación de Occidente”, y que lleva tatuada en la frente la palabra fracaso. Sigan adelante. ¿No reconocen el espíritu de The Fall en los coros que puntean “Don’t break my heart”? ¿No notan los ecos de Morphine atravesando “A garage vile”? ¿No les parece que “You cry” es uno de los singles más redondos e improbables que se han llevado a la oreja en la temporada? ¿No les pellizca el estómago “Across the ocean”, con ese coro de borrachos y ese aire a Arab Strap? ¿No se dan cuenta de que “The porcelain bus” es lo que tocaría Richard Hawley si decidiera abrir su corazón, borracho y a altas horas de la noche, a la parroquia de algún bar mugriento? Y si han llegado hasta aquí, ¿no les sorprende que semejante babel no sólo no se venga abajo, sino que funcione estupendamente bien, casi como si fuera la banda sonora de una road movie? Quizás la clave esté en “Sweet hearts from America”, la canción que da nombre a la banda y que cierra el disco; termina de sonar y uno tiene esa misma sensación de felicidad que le asalta cuando está en el cine y ha visto una gran película. Cuando se queda sentado, con las luces ya encendidas, escuchando cómo se desvanece la música y se alejan los títulos de crédito, intentando prolongar un poco el rato de felicidad. Pensando si no estaría bien volver a entrar en la sala para verla de nuevo. “En el fondo, el tema del disco es el fracaso”, repite Campano una vez más. Pero no deben creerle: hay cualquier cosa excepto fracaso en las doce canciones de este disco; de un disco que es único en su especie. VIDAL ROMERO
Tracklisting | A1. Rockstar |
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