“Subiendo de categoría desde la humildad y el oficio, siempre a la sombra de los Cramps (cada vez más lejana) y cada vez más bajo el paraguas de bandas heterodoxas como Gun Club”. La frase no es del abajo firmante, sino del escritor, músico y periodista Luis Boullosa, una de las voces más lúcidas de la crítica musical de nuestro país.
Volvía a dar en la diana el cronista madrileño con sus palabras: el nuevo álbum de Little Cobras, cuarto ya en una discografía tan escueta como contundente, no solo corrobora el cada vez más evidente salto artístico de los gaditanos a la primera fila del rock’n’roll patrio; también nos da pistas -y de las buenas- de la evolución de una banda que no hace alarde alguno de integrismo rock (léase talibanismo), acercándose y coqueteando con géneros y filias de lo más variado sin pudor pero con éxito. Ya lo avisan ellos mismos desde su portada, de nuevo obra de su paisano Pedro Perles, alejada de los clichés que se podían esperar de una banda como ésta y más cercana, en espíritu y naturaleza, de un disco de tropicalismo.
Y es que, en este Fire Monkey tan inflamable, los Cobras ya no son tan pequeños y demuestran con creces que cada paso adelante que dan, lo tienen bien andado. Aquí hay rock, claro, pero también new wave, garage, punk, boogie, blues… y hasta versiones de Leonard Cohen y Devo, dos géneros en sí mismos.
Desde ese grito de guerra que abre el disco (“Cobalt Blues”) hasta el ruidoso sprint final (“Too Much Paranoia”), el cuarto LP de Little Cobras no es solo la continuación lógica y esperada de su anterior y esperanzador disco, el celebrado Songs for Dogs and Planets, es también la promesa de lo que está aun por llegar. Basta oír si no la pegadiza “Bubble”, que se diría perpetrada por unos B-52’s puestos de anfetas hasta el cardado, o el breve pero incendiario tema instrumental “Carajillo”, para aplaudir lo audaz de su propuesta: un viaje alucinado y alucinante por un rock en estado puro –el rock, al fin y al cabo- pero sin desmerecer sus múltiples mutaciones. Como una carretera asfaltada en infinitas direcciones.
Experimentando codo con codo con Máximo RB –mejor compinche imposible- en su Hollers Analog Studio a la búsqueda de un sonido tan crudo como hipnótico, Little Cobras han conseguido firmar ocho cortes cada cual más incisivo, cada cual más letal. Bendito veneno el suyo. TALI CARRETO